El zodíaco dracónico

El zodíaco dracónico, o zodíaco del alma se construye sobre el recorrido que realiza la Luna, por lo que sus características y significados responden básicamente, al simbolismo lunar, que tiene que ver con nuestras raíces, con nuestros orígenes, con nuestras emociones, con nuestro mensaje genético, con nuestra memoria y con nuestro pasado.

También se ha vinculado este zodíaco con la posibilidad de poder desentrañar el misterio de las vidas pasadas a través de los distintos procesos de reencarnación, con su consecuente karma, y sus implicancias y obligaciones generadas para la vida presente.

Quienes creen en el karma y la reencarnación encontrarán una respuesta a sus sueños, intuiciones y motivaciones, lo mismo que aquellos que esperan encontrar una respuesta a los dictados del subconsciente. Es así como las motivaciones de un nivel subconsciente (o kármico) indicadas en la carta dracónica buscan, para expresarse, una vía de escape. Básicamente actúan como sensaciones o tendencias no resueltas, y muchas veces se precipitan en forma violenta e inapropiada cuando algo o alguien las dispara.

Desde los astrólogos vinculados a la psicología, se analiza la posibilidad que presenta este zodíaco de desentrañar las motivaciones profundas de nuestro subconsciente, para explicarnos conductas recurrentes, y que a veces nos parece extrañas o no reconocemos como propias, que están arraigadas en nuestro interior y que pueden responder a factores hereditarios o a situaciones vividas en la infancia. 


También, y siempre desde la psicología, nos permite resolver el porqué de `esas relaciones recurrentes, que a veces nos hacen mal y de las cuales no podemos escapar`. Muchas veces nos vinculamos con otras personas, y la relación que se establece es sumamente fuerte. A veces se establece lo que llamamos `un amor a primera vista` y no logramos explicarnos el por qué de esa situación. También, muchas veces, somos partícipes de relaciones fuertes pero enfermizas de las que no podemos escapar.

                                                        Escrito por  Néstor Echarte.

 


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